HA EMPEZADO A LLOVER…
El ruido del cielo, los destellos de luz que se confundían entre los árboles, y el viento furioso e insensible que golpeaba las flores, que pasaba sin misericordia y estremecía el cuerpo de Liza, anunciaban que pronto la tierra árida saciaría su sed.
Las personas corrían, lo hacían como si los persiguieran. Tal vez tenían temor de desaparecer en medio de la posible tormenta, parecían ignorar que este cuerpo aunque mortal podía humedecerse, pero aun así huían.
Ella a diferencia de los demás, desaceleraba sus pasos, iba a casa pero lo hacía tan lento como podía. Solo le daba tiempo al cielo de que lloviera, esperaba sedienta humedecerse, perderse bajo la lluvia.
Llegó a casa, y aún no llovía. Estando en su habitación se sentó en un sofá que estaba cerca de una ventana grande que daba justo a la calle. Se acostó y permaneció allí por largo tiempo. Observaba detalladamente hacia fuera, esperando que se desplomara un fuerte aguacero, o por lo menos una sutil llovizna.
Nada de eso sucedió, mientras permaneció consciente de su existencia no pasó mayor cosa, no se contempló nada más que un cielo manchado de gris y violeta, unas calles solitarias, y un silencio interrumpido por los truenos que bramaban desde arriba.
Y si al menos pasó algo distinto era como si no hubiese ocurrido nada, porque Liza cerró sus ojos y se quedo dormida.
Estando en otro mundo inexistente pero real. El sol ya había salido, y los rayos se reflejaban en en su cara. Y muy pronto la hicieron despertar.
Se dispuso a bañarse y a arreglarse para luego dirigirse al trabajo. Al llegar, su jefe la recibió con una enorme sonrisa y le dijo “hemos decidido ascenderte, desde hoy eres nuestra nueva coordinadora de ventas”.
Un ring ring le robó las sonrisas y los gritos con los que celebraría la felicidad que sentía en ese momento. Pero noto rápidamente que el sueño había acabado.
Se despertó y levantándose del sofá, tomo el celular y se dio cuenta que era su jefe, quien la había estado llamando. Observo el reloj que estaba sobre la repisa y ya eran las 9:30 am, por lo que percibió que llegaría tarde a trabajar.
Tenía la esperanza que al llegar su jefe la recibiría tal cual lo hizo en el sueño.
Mientras meditaba en esto, no percibió que el semáforo estaba en rojo y siguió conduciendo, y chocó con una patrulla del tránsito que estaba en la otra calle.
Tratando de conciliar con ellos, y arreglando este inconveniente tardó una hora. Como le habían detenido el auto tomo un taxi y se dirigió al trabajo.
Esperó a su jefe, afuera de la oficina y lo vio que venía conversando y sonriendo con alguien más. El al ver a Liza escondió la sonrisa que la acompañaba.
La Llamó a su oficina y sin muchas explicaciones le dijo: “Liza, tu eres una buena trabajadora, pero he considerado que hay alguien más que debe ocupar tu lugar, no te preocupes tienes un mes para conseguir otro trabajo”
Después de tanto correr, se detuvo en un parque cerca de su casa.Se sentó en una banca, y allí la alcanzó la noche y la envolvió la oscuridad.
Mientras estaba sentada en el parque, recordó que la noche anterior, mientras iba a casa, una mujer que se había encontrado en la calle le había regalado una manillita, que aun llevaba puesta. Pero lo que realmente había vuelto a su memoria era lo que había expresado mientras le ponía la manilla: “no confíes en todo cuanto quieres, ni en todo cuanto sueñes, a veces pasa lo que nunca imaginaste y en otras lo que tanto esperas. Mejor no esperas nada, y espéralo todo, espera lo que ha de venir, sin que tú puedas detenerlo ni provocarlo”
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