¡ DEFENSA AL ZANCUDO ¡
Mientras esperaba que llegara mi turno en el consultorio médico, tomé una revista que estaba sobre la mesa en la sala de espera, ignoré su nombre pero decidí ojearla hasta que me llamara la secretaria del doctor. Después de mirar varios artículos, me detuve en uno que decía “héroes olvidados”. Donde contaban la historia de unos soldados que habían estado luchando en las selvas colombianas, habían sufrido accidentes y ahora se encontraban con alguna amputación en su cuerpo. Curiosamente uno de ellos expresó que su única compañía en medio de toda la selva habían sido los zancudos. Me llamó mucho la atención su comentario, tal vez porque hacía mucho, por no decir nunca, que no escuchaba decir a alguien algo positivo de los zancudos.
Recordé que cuando voy a la finca de mis padres en vacaciones, en medio de las noches, cuando estoy sola en mi habitación los zancudos me han servido de compañía. Esa música que emiten al rondar sobre mi cabeza, al final me hace dormir. Después de salir de este lugar, llegué a casa y me acosté a dormir. Mientras descansaba, soñé con una enorme biblioteca en la que me en la que había mucha gente, y yo leía un libro que se llamaba “Los Zancudos de la gran laguna”. Tal vez había sido todo producto de la atención que me había llamado aquel comentario del soldado acerca de estos animales.
Después, estando profundamente dormida, sentí una leve picazón en las piernas, un ruido estruendoso cerca de mis oídos. Alguien se proponía a no dejarme dormir. Después de varios intentos fallidos por seguir durmiendo, me desperté. Y me di cuenta que eran otra vez los zancudos, pero ahora ya no pensaba en ellos, ahora los tenia frente a mí. En ese instante escuche que el grifo del baño estaba abierto, y si los zancudos no me levantaban en ese momento mi casa se inundaba, y aparte de todo hubiese llegado tarde a clases.
Entonces, agradecí el gran favor que me habían hecho, ahora los llamaba, los zancudos despertador, sin alarmas y sin mucho estruendo me levantaban de un profundo sueño.
Al dirigirme a la universidad, debía cruzar por un parque de reservas naturales. Nunca me había detenido en este lugar, Hasta este día. Me entretuve observando un estanque de agua que quedaba cerca de la calle, a su alrededor había plantas, piedras grandes. Encima del agua, y merodeando, arriba de las planta y de las piedras vi unas larvas de zancudos, y cuidadosamente alcance a observar a través de mi telescopio portátil, cómo estas larvas removían algunas algas y bacterias que estaban creciendo en ese lugar.
Apareció entonces el guía turístico del parque con un grupo aproximado de 10 niños, eran de un colegio cercano. Y escuché que les indicaba que cerca del parque había otro estanque de aguas más contaminadas, pero que permitían la reproducción de varios zancudos porque ellos ayudaban a limpiar estas aguas. Mientras iba en el bus de regreso a mi casa, me acordé de las clases de Biología en el colegio, de mi profesora Marcela, y de la clase en la que hablábamos de los zancudos. Se me vino a la mente que los peces y otros animales depredadores del agua, comen larvas de zancudos, y que los zancudos adultos son comida importante para pájaros, murciélago y otros animales como la libélula y las arañas.
Probablemente esto no se me olvido porque la profesora se lo repetía una y otra vez, a un compañero de clases, Moisés.
Porque él siempre decía que si hubiese sido Dios, no habría creado los zancudos, y que si tuviera poderes los mataría a todos, porque eran feos y además picaban muy fuerte. Llegué a mi casa, y ya por la noche, acostada nuevamente, decidí bautizar ese día como el día de los zancudos. Habían ocupado mi mente gran parte del tiempo, pero ahora pensaba diferente con respecto a ellos.
Recordé que cuando voy a la finca de mis padres en vacaciones, en medio de las noches, cuando estoy sola en mi habitación los zancudos me han servido de compañía. Esa música que emiten al rondar sobre mi cabeza, al final me hace dormir. Después de salir de este lugar, llegué a casa y me acosté a dormir. Mientras descansaba, soñé con una enorme biblioteca en la que me en la que había mucha gente, y yo leía un libro que se llamaba “Los Zancudos de la gran laguna”. Tal vez había sido todo producto de la atención que me había llamado aquel comentario del soldado acerca de estos animales.
Después, estando profundamente dormida, sentí una leve picazón en las piernas, un ruido estruendoso cerca de mis oídos. Alguien se proponía a no dejarme dormir. Después de varios intentos fallidos por seguir durmiendo, me desperté. Y me di cuenta que eran otra vez los zancudos, pero ahora ya no pensaba en ellos, ahora los tenia frente a mí. En ese instante escuche que el grifo del baño estaba abierto, y si los zancudos no me levantaban en ese momento mi casa se inundaba, y aparte de todo hubiese llegado tarde a clases.
Entonces, agradecí el gran favor que me habían hecho, ahora los llamaba, los zancudos despertador, sin alarmas y sin mucho estruendo me levantaban de un profundo sueño.
Al dirigirme a la universidad, debía cruzar por un parque de reservas naturales. Nunca me había detenido en este lugar, Hasta este día. Me entretuve observando un estanque de agua que quedaba cerca de la calle, a su alrededor había plantas, piedras grandes. Encima del agua, y merodeando, arriba de las planta y de las piedras vi unas larvas de zancudos, y cuidadosamente alcance a observar a través de mi telescopio portátil, cómo estas larvas removían algunas algas y bacterias que estaban creciendo en ese lugar.
Apareció entonces el guía turístico del parque con un grupo aproximado de 10 niños, eran de un colegio cercano. Y escuché que les indicaba que cerca del parque había otro estanque de aguas más contaminadas, pero que permitían la reproducción de varios zancudos porque ellos ayudaban a limpiar estas aguas. Mientras iba en el bus de regreso a mi casa, me acordé de las clases de Biología en el colegio, de mi profesora Marcela, y de la clase en la que hablábamos de los zancudos. Se me vino a la mente que los peces y otros animales depredadores del agua, comen larvas de zancudos, y que los zancudos adultos son comida importante para pájaros, murciélago y otros animales como la libélula y las arañas.
Probablemente esto no se me olvido porque la profesora se lo repetía una y otra vez, a un compañero de clases, Moisés.
Porque él siempre decía que si hubiese sido Dios, no habría creado los zancudos, y que si tuviera poderes los mataría a todos, porque eran feos y además picaban muy fuerte. Llegué a mi casa, y ya por la noche, acostada nuevamente, decidí bautizar ese día como el día de los zancudos. Habían ocupado mi mente gran parte del tiempo, pero ahora pensaba diferente con respecto a ellos.
